sábado, 27 de septiembre de 2014

27 de Septiembre de 1605 se inaugura el convento del Corpus Christi, de monjas jerónimas, llamado de Las Carboneras

Siglo XVII - Barroco - Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) el 5 de junio de 1981


Este cenobio madrileño de monjas jerónimas, conocido popularmente como "Las Carboneras", nació en 1605 merced a la piedad y generosidad de doña Beatriz Ramírez de Mendoz, Condesa de Castellar (1556-1626), en los años centrales del Siglo de Oro de la cultura española. Su familia pertenecía a la nobleza y estuvo ligada al servicio directo de los reyes. Tal es el caso de sus bisabuelos, Francisco Ramírez secretario de Fernando el Católico y Beatriz de Galindo, preceptora de humanidades de la reina Isabel. Casada en 1585 con don Fernando de Saavedra, conde de Castellar, tuvo seis hijos. Su marido falleció en 1595 y ella se entregó a la vida de oración y penitencia.
En Madrid, las fundaciones monásticas, debidas tanto a la iniciativa regia como nobiliaria, o de las propias órdenes, fueron abundantes en los reinados de los primeros Austrias. Antes de esta fundación, doña Beatriz había intervenido en otras, como la de mercedarios descalzos, en Rivas del Jarama (1603), en una casa de campo de su propiedad; los trinitarios en Valdepeñas, y las carmelitas en Alcalá de Henares (1599). Todas ellas estaban inspiradas del espíritu de recolección o descalcez, pregonado por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Pero sería el Monasterio del Corpus su fundación más emblemática, en la que ingresa como novicia, junto a su hija Juana. Aquí vive hasta su fallecimiento, el 4 de noviembre de 1626.






Conocido popularmente por las "carboneras", porque, según una leyenda, en una carbonera fue hallado un cuadro de la Inmaculada el cual se venera desde entonces en la iglesia del monasterio.


Una segunda leyenda gira en torno a Beatriz Ramírez de Mendoza, fundadora del convento, quien después de muerta, se dice que volvía cada noche para ocupar su lugar en el refectorio para rezar el rosario con las monjas. 

Leyendas aparte, este convento tenía una costumbre muy curiosa: cada vez que una monja moría, en el lugar donde ella comía se colocaba una calavera y un paño negro en vez de una servilleta. También se colocaban los platos que le correspondía comer, comida que se regalaba luego a un pobre que pasara por allí.





La iglesia presenta planta basilical de una sola nave con tres tramos y hornacinas, sin crucero pero con un amplio presbiterio. Está cubierta con bóveda de cañón  con lunetos y capilla mayor elevada con respecto al nivel general de la nave.

Su exterior, de marcada sobriedad, se alza con fábricas de ladrillo rojo sobre un zócalo pétreo. La única ornamentación se limita a la portada de piedra que enmarca el vano de entrada, sobre cuyo dintel se coloca un relieve en el que se representa a San Jerónimo y Santa Paula adorando el Santo Sacramento, flanqueado por sendos escudos y rematado por una cruz.

En el interior de la iglesia destaca el retablo mayor (1622), obra de Antón Morales, que responde a la tipología de retablos mixtos, integrando esculturas junto al gran lienzo sobre la última cena de Vicente Carducho. El patrimonio del templo se completa con una serie de retablos secundarios colocados en las hornacinas de la nave, así como por excelentes pinturas, mobiliario, rejerías y orfebrería litúrgica.

Desde el año 1988, numerosas son las intervenciones llevadas a cabo por la Comunidad de Madrid en el monasterio del Corpus Christi para garantizar la correcta conservación del conjunto. Estas labores han supuesto la restauración y consolidación tanto del inmueble, como de gran parte de sus lienzos y otros bienes muebles.



Y para los más golosos, uno de los principales reclamos de este templo madrileño, son las ricas pastas que las monjas siguen elaborando a día de hoy. Un dulce capricho que bien merece una visita a sus dependencias.






Capitulo aparte, y en fechas navideñas, hay que destacar su belén, una gran obra de arte guardada en figuras pequeñas. Es un Belén quiteño barroco del siglo XVII, anterior a la moda de los belenes de estilo napolitano que Carlos III introdujo en España. Probablemente alguna novicia lo llevó de dote al profesar en el convento. Se encuentra debajo del coro en la iglesia ( el convento es de clausura). Se puede admirar el Nacimiento detrás de unas rejas preciosas. Lo que más me llama la atención a parte del gusto con que está puesto y su valor artístico, son estos detalles;  Tiene dos figuras: ” El Caballero de la Estrella”, que porta la estrella de los Reyes Magos y “El Heraldo”, que con una trompeta va anunciando la llegada del Mesías, ambas figuras eran corrientes en los belenes desaparecieron en el siglo XVII. Entre sus adornos hay granadas, según los conventos el fruto del granado significa la resurrección, también rosas blancas que son símbolo de pureza. A ambos lados del Nacimiento se encuentran dos ángeles que sujetan un velo, significa el velo del Templo, que se abre para mostrarnos al Niño Dios.




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