martes, 30 de septiembre de 2014

30 Septiembre 1763 se crea la Lotería

Los agobios financieros que habían aquejado a la Monarquía Hispánica durante los reinados de los Austrias en los siglos XVI y XVII se mantuvieron con el cambio de dinastía ya en el ocaso  del Antiguo Régimen. Los sucesivos gobiernos de los primeros Borbones también tuvieron que  aguzar el ingenio a la hora de tratar de cuadrar las deficitarias cuentas de la Corona.
Carlos III
La  imposibilidad de recurrir a la creación de nuevos impuestos así como el abandono definitivo del  empleo de la política monetaria como recurso fiscal, que había sido muy habitual durante el  siglo XVII, motivó la búsqueda de arbitrios alternativos en tiempos de necesidad. Tal y como  aparece reflejado en el estudio de Herrero Suárez, durante el reinado de Carlos III, la  reanudación de la guerra de los Siete Años en 1762, agravó el desajuste presupuestario y el  recurso de la lotería se presentó como eficaz instrumento de recaudación.  El 30 de septiembre de 1763 se autorizó, por Real Decreto firmado por el Marqués de Esquilache, el establecimiento de una lotería en Madrid. Este decreto significó la realización de  un proyecto iniciado algún tiempo atrás. Tenemos constancia de que, al menos desde enero de ese mismo año, se trataba en el Gobierno, con la venia real, la posibilidad de instaurar un sistema de lotería siguiendo el modelo napolitano. Un proyecto tan novedoso despertó una gran expectación y a pesar de que juegos de distinta naturaleza existían desde antiguo, el pueblo lo acogió con gran alborozo.
Marqués de Esquilache
La instauración de la lotería en España fue, desde su inicio, una decisión fiscal. La Hacienda Pública española, que tan malos momentos había pasado a lo largo de los siglos XVI y XVII, durante el gobierno de los Austrias, no atravesó mejores circunstancias con los Borbones. A pesar de los múltiples intentos de reforma, el sistema fiscal español de finales del siglo XVIII era prácticamente el mismo que el de los siglos precedentes y resultaba obsoleto. Durante el siglo XVIII el esquema financiero del periodo precedente se repitió: a la imposibilidad de hacer frente con los recursos disponibles a las costosas exigencias de la política exterior le siguieron un creciente déficit público y angustiosos intentos de encontrar nuevas vías de financiación. En este contexto fue concebida la lotería. Disfrazada bajo la apariencia de un juego en el que todos podían participar y obtener premios, la lotería era en realidad un impuesto encubierto, una renta nueva que debería aportar nuevos ingresos a las arcas reales.

Madrid en el Siglo XVIII, Antonio Joli.
Una breve descripción de la situación del sistema fiscal castellano nos permitirá comprender mejor la situación. Castilla, que era el reino que en mayor medida contribuía al sostenimiento del Estado, contaba con un sistema impositivo obsoleto que se reducía a la existencia de una suma de figuras tributarias creadas de forma independiente y nada sistemática a lo largo de los siglos en función de las necesidades financieras de cada momento. Las rentas provinciales, las rentas estancadas y las aduanas, constituían el grueso de la recaudación. En total existían más de cien rentas y rentillas englobadas en los tres grupos mencionados. Las rentas provinciales suponían más de quince impuestos diferentes alguno de los cuales se subdividía hasta llegar a un total de 46 denominaciones. La más importante de estas rentas era la alcabala, dentro de este grupo estaban también los cientos y los millones. Después de las rentas provinciales los ingresos más importantes eran los Estancos o monopolios. Los más importantes eran los del tabaco, la sal, el papel sellado, los naipes, el plomo, la pólvora, el azogue, el lacre, el bermellón y el azufre. Por último, las aduanas constituían entre un 25 y un 30 por ciento de los ingresos, se cobraban tanto de las mercancías exportadas como de las importadas.
Los intentos de reforma del ineficiente sistema fiscal se remontan a finales del siglo XVII. Durante el gobierno de Carlos II se llevaron a cabo diversas medidas orientadas a lograr un empleo más efectivo de las rentas. En concreto se trataba de conseguir una mejor administración de las rentas, la reducción del fraude, la moderación de la deuda pública y el recorte de los gastos que no afectaran al mantenimiento de los ejércitos. Para ello desde 1668 se produjo un descenso en la presión tributaria por la suspensión del servicio de Millones en 1668-1689 y posteriormente, en 1686, el cese de los Millones acrecentados sobre la carne, el vino, el aceite y el vinagre, así como la reducción de los cuatro unos por ciento a la mitad. Asimismo se unificó la administración de las rentas ordinarias de la Corona. En 1683 se creó la Junta de Fraudes y desde 1688 se estableció un presupuesto fijo para cubrir las necesidades mínimas de la Corona y asegurar a los asentistas la devolución de sus préstamos.
Con la llegada de Felipe V se continuó en esta línea de reforma fiscal. Durante su reinado se llevaron a cabo algunas transformaciones en la administración de la Hacienda que implicaron, desde 1714, mayores atribuciones para el Superintendente General de Hacienda. A pesar de estas reformas, el aumento progresivo de los gastos del Estado obligaba a la búsqueda de nuevos ingresos y sobre todo a conseguir una organización más eficiente de los sistemas fiscales existentes. Además, hay que tener en cuenta que la posibilidad de reforma se complicaba ya que el sistema tributario del Antiguo Régimen asentado sobre la base de la exención fiscal de los estamentos privilegiados.

Marqués de la Ensenada
El marqués de la Ensenada comenzó, hacia mitad del siglo XVIII, nuevos intentos de reforma. En 1749 emprendió la elaboración de un catastro de la riqueza de Castilla que sirviera como base para el repartimiento. Aunque el catastro se completó la reforma no se llevó a cabo. Hubo de esperar hasta 1770, fecha en la que se publicaron los decretos para establecer la contribución única. Dentro de este programa de reforma se incluyó la creación de la Lotería. 

La aprobación del juego de la lotería no fue una operación sencilla. En la institución del juego, Carlos III se benefició de la experiencia adquirida durante su etapa de gobierno napolitana, entre los años de 1734 y 1759. El monarca encomendó al marqués de Esquilache que hiciera venir de Nápoles al hasta entonces director de la lotto napolitana, don José Peya, el cual se encargó de poner en marcha la lotería española.

ESTRUCTURA DEL JUEGO DE LA LOTERIA PRIMITIVA

El juego de la lotería aprobado en España tenía una estructura bastante compleja. Aunque la actual Lotería primitiva deba su nombre a esta primera modalidad su estructura no es igual, el primitivo juego presentaba a todas luces, una mayor complejidad. Para poder participar en el juego de la lotería el jugador debía realizar tres elecciones. En primer lugar el jugador debía escoger los números sobre los que deseaba apostar y a continuación decidir la modalidad de apuesta y la cantidad a apostar. El jugador tenía que escoger los números a los que deseaba apostar entre un total de noventa de los que resultaban premiados cinco números. Las apuestas, según la modalidad, podían ser varías:

Extracto simple: en este caso el jugador escogía un solo número y obtenía premio en caso de resultar uno de los cinco extraídos. Extracto determinado: en el caso de que además de escoger un número se especificara el lugar en el que resultaría extraído. En este caso, para obtener premio, era necesario acertar tanto el número como su posición. 
Ambo: para jugar un ambo se debían escoger dos números sobre los que se realizaba la apuesta. 
Terno: se realizaba la apuesta sobre tres números. 
En Francia también se podía apostar a la quina, sobre cinco números.

La apuesta podía ser también una combinación de apuestas, es decir, se podían escoger varios números y apostar todas las combinaciones de ambos y ternos que se pudieran realizar con esos números, además de apostar a los extractos. Por último el jugador debía decidir la cantidad que quería apostar en cada modalidad de apuesta realizada.

La cuantía del premio era fija ni se repartía como se hace actualmente en la lotería primitiva una proporción de la cantidad recaudada en cada sorteo que se reparte entre los diversos acertantes. La posible ganancia estaba determinada en función de la cantidad apostada. Se calculaba a partir de la inversa de la probabilidad (1/p) de acertar en cada modalidad de apuesta. Por tanto era el jugador, y no el Estado, el que determinaba la cuantía del posible premio.

Grabado del Siglo XVIII. Sorteo de la Lotería

La complejidad del juego era tal, que motivó, como veremos a continuación, la aparición de numerosos tratados explicativos del juego. Los diversos manuales incluyeron tablas para facilitar los cálculos tanto del importe del premio para cada tipo de apuesta, como de las diversas combinaciones de ambos y ternos que se incluían en cada conjunto de números y el coste correspondiente para cada apuesta. En función de esta modalidad de juego el riesgo que corría la Hacienda era grande. A causa de las cábalas que solían circular antes de los sorteos, era frecuente que ser diera la circunstancia de que la cantidad de apuestas realizadas a un mismo número fueran elevadas. En el caso de que dicho número resultara ganador el gasto para la Hacienda podía ser considerable. Para evitar este riesgo se recurría al “cerrado” de los números sobre los que se habían acumulado las apuestas, lo que implicaba no aceptar más apuestas sobre ellos y con ello limitar la cantidad que el Estado gastaría en cada sorteo. Esta operación de control corría a cargo de los casteletos. En España, a diferencia de otros países europeos, los casteletos no funcionaron bien. La falta de personal motivaba el que los días previos a los sorteos se acumularan apuestas en las oficinas de Madrid. Una posible solución, que no fue tenida en cuenta, hubiera sido la descentralización del juego pero resultaba incompatible con la reforma fiscal emprendida. Finalmente, el Estado optó por la supresión de los casteletos, y en su lugar, como medida de cobertura, se otorgaron premios de menor cuantía que en otros países europeos, donde los casteletos cubrían este posible riesgo.



En 1811 las Cortes de Cádiz aprobaron una nueva modalidad de juego, la lotería de billetes, cuyo funcionamiento era similar al de la Lotería Nacional tal y como la conocemos ahora. El primer sorteo tuvo lugar el 4 de marzo de 1812. El pueblo bautizó a esta nueva lotería como Moderna, para diferenciarla de la anterior, o “primitiva”, como se empezó a llamar. La justificación de este nuevo juego está sometida a controversia. Unos opinan que los inciertos riesgos que ocasionaba a la Real Hacienda la lotería primitiva fueron la causa de que su reforma. Con el nuevo método los riesgos desaparecían, al limitarse los premios a un porcentaje de la recaudación. Por otra parte otros consideran que su origen fueron las necesidades fiscales generadas con la guerra de la Independencia. Desde luego su éxito lo garantizó su sencillez, la lotería moderna resultaba mucho más comprensible para el público y más fácil de gestionar para el Estado, ya que el sistema de apuestas era mucho más simple que el de la primitiva. La Moderna tuvo mucho éxito y terminó por desplazar a la Primitiva que fue definitivamente suprimida en 1862. El sistema de apuestas de la moderna era mucho más sencillo y quizá por ello tuvo una mayor acogida popular aunque también levantó críticas por la reducción de riesgo que suponía para el Estado.



La lotería, no podía ser de otra manera, generó un creciente interés entre los españoles. Las reacciones fueron variadas y de muy diversa índole y se reflejaron en la aparición de una curiosa literatura que apareció después de 1763. Los temas son muy variados, encontraremos completos manuales en los que se analiza la naturaleza del juego, obras de dudoso rigor en las que los autores trataron de encontrar y demostrar métodos fiables para obtener ganancias en este juego o diversas obritas de teatro cortas que reflejaron el sentir popular en los días de sorteo. Con el tiempo el interés por la lotería creció y dio lugar incluso a la aparición de prensa especializada en la lotería.


LA LOTERÍA EN LA LITERATURA

Apenas veinte años después de que comenzara el juego de la lotería en España encontramos varias obras de teatro cortas que representan sucesos relacionados con la lotería. Son obras satíricas, sainetes, narran en clave de humor las expectativas que las personas depositaban en dicho juego. En general todas se burlan de las previsiones de ganancia del público y describen la decepción general del día del sorteo, que consideran “día de pesares, día de rabietas, el de la lotería para el que no acierta”. Entre estos sainetes señalamos El día de la lotería (primera parte) y El chasco del sillero (segunda parte de El día de la lotería), ambos anónimos y publicados en Madrid en 1791 y 1792 respectivamente, que se refieren a los avatares propios del día del sorteo. Estos sainetes fueron reeditados en Barcelona en fecha posterior.



En 1841 se publicó en Segovia otro sainete titulado La lotería del zapatero. Don Esteban de Carbonero, escrito por Justo Herranz. Esta obra narró un suceso ocurrido en el pueblo de Mozoncillo de donde era maestro el autor. Se cuenta que un zapatero inventó que había sido agraciado con un premio grande y mientras lo cobraba pidió prestado a todos los vecinos con la promesa de que lo devolvería en cuanto obtuviera sus ganancias y ese mismo día se marchó del pueblo con el botín.
Tanto en el último cuarto del siglo XIX cómo a comienzos del XX siguieron apareciendo obras de teatro de esta naturaleza, recogemos a continuación una muestra de los títulos aparecidos. Entre los años de 1861 y 1874 Eduardo de Escalante publica tres sainetes bilingües sobre la lotería, titulados respectivamente El deu, Denau y Morante, La casa de meca y Als lladres. El gorro de dormir, es una pieza cómica en un acto traducida del italiano por Antonio María Segovia y publicada en Madrid en 1868.



Tomás Luceño y Javier de Burgos publican en 1884 en Madrid un sainete único titulado ¡Hoy sale, Hoy!. El chaleco blanco es un episodio cómico y lírico en un acto escrito por Miguel Ramos Carrión en 1891. Y ya en el siglo XX se publican La suerte de Isabelita, que es una zarzuela cómica escrita por Gregorio Martínez Sierra y publicada en Madrid en 1911. En 1921 se publica El remolino, un sainete en un acto de Enrique García Alvarez y Pedro Muñoz Seca, que narra las aventuras de un señor que vende participaciones de un número que no compra. Tres años después, en 1924 se publican La negra, que es un sainete en tres actos escrito por José Fernándes del Villar y La buena suerte, una comedia de Pedro Muñoz Seca. El sobre verde es un sainete con gotas de revista en dos actos, escrito por Enrique Paradas y Joaquín Jiménez que se publica en 1927. En 1934 Antonio Quintero y Pascual Guillén publican otro sainete titulado El reintegro. En 1944 es el turno de Francisco Serrano Anguita que publica una comedia en tres actos titulada Todo Madrid.




Finalmente en 1960 Antonio Buero Vallejo también presta atención a la lotería con la obra Hoy es fiesta. Aparte del teatro encontramos también referencias a la lotería en diversos relatos cortos y novelas publicados también entre el final del siglo XIX y principios del XX. En 1880, en una obra de relatos cortos, Carlos Groizar y Coronado dedica una mención a la lotería en el relato titulado La lotería, recuerdos en torno a la Navidad. La novela de Roberto Molina de 1925 titulada Los invisibles hilos del destino, también se refiere a la lotería. También Camilo José Cela en su obra Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricosdedicó una referencia a la lotería. Y Jorge Luís Borges también dedicó un relato a la lotería, titulado La lotería en Babilonia, que aparece recogido en Ficciones (1944). No sólo en la literatura en español encontramos referencias a la lotería, el mismo Julio Verne publicó en 1886 una obra titulada Por un billete de lotería en la que narra las pasiones desatadas por un billete de lotería para un sorteo importante que un joven naufrago, al que se supone muerto, envía a su novia a través de una botella. Y también Graham Greene se refirió a este juego en un relato de 1964 titulado El billete de lotería.

LA LOTERÍA NACIONAL A PARTIR DEL SIGLO XX

En 1904 se ratifica la prohibición de concurrir loterías extranjeras y en 1913 se decide poner fin a las rifas de carácter benéfico que se venían autorizando ocasionalmente. Con estas medidas, el Estado lograba el poder absoluto sobre el juego de la Lotería.

Los años siguientes, todo sigue igual, salvo que se introducen pequeños cambios que afectaban al precio de los billetes, fechas de los sorteos y número de series y sorteos.
Este aumento en el número de sorteos, hizo que se celebrase el 11 de Octubre de 1924 el primer sorteo de la Cruz Roja, siendo Director General de Loterías, don Juan Ródenas. 

Y ya en 1927, con don Arturo Forcat, como Director general del Tesoro, se creó también el sorteo extraordinario a beneficio de la Ciudad Universitaria, realizándose el primero de ellos el 17 de Mayo de 1928. Una Ley del 12 de Diciembre del 42 puso fin al carácter benéfico de este sorteo.

Con el estallido de la Guerra Civil, España se dividió en dos zonas, y ambas celebraron sorteos de lotería. Valencia se constituyó en un principio como sede de la lotería republicana ante el avance de las tropas nacionales a la capital, para trasladarse después a Barcelona. El primero celebrado en la Ciudad Condal coincidió con el de Navidad y tuvo lugar el 22 de diciembre de 1937 en el antiguo Café Lyon Dór.

Otras ciudades se sumaron también a la celebración de sorteos extraordinarios de ámbito restringido con el objeto de recaudar fondos a beneficio de los combatientes. Así, Zaragoza, Cádiz, Sevilla, Jerez de la Frontera, Córdoba, Granada, Cáceres, Badajoz, La Coruña, Pontevedra e incluso Baleares, editaron sus correspondientes billetes con la denominación de Lotería Patriótica.
El otro bando de la contienda, la llamada “Zona Nacional”, estableció en Burgos la ciudad donde debían efectuarse los sorteos, celebrando el primero de ellos el 1 de Abril de 1938 en el Colegio de los Hermanos Maristas. En este lugar permaneció hasta julio de 1939 fecha en la que se trasladó nuevamente a Madrid.

Cabe reseñar que en el primer sorteo celebrado el 1 de Agosto de ese mismo año en la capital de España, una vez acabada la guerra, aún figuraba Burgos como lugar de celebración, debido a que los billetes habían sido impresos con anterioridad por una empresa particular de Bilbao, no figurando Madrid hasta el sorteo del 1 de Septiembre de 1939 y hubo que esperar hasta el 1 de febrero de 1940 para poner a la venta los décimos con el pie de imprenta de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

En los años siguientes se sucedieron cambios y variaciones tanto en las fechas de sorteos, como en los precios y número de emisiones. Conviene resaltar algunas fechas como la del 5 de enero de 1941, día en que este sorteo pasa a denominarse como “Sorteo del Niño” o la del 5 febrero de 1945, en la que se estableció la novedad de premiar con un premio menor a todos aquellos números que coincidiesen sus dos últimas cifras con la del primer premio.

Ya en 1958 y debido al auge que experimentó nuestra lotería nacional, España asiste al II Congreso Internacional de Loterías de Estado y dos años más tarde, coincidiendo con la impresión de billetes dedicados a la mujer, este Organismo designa a nuestro país como sede del IV Congreso y nos otorga la Presidencia de la Asociación Internacional de Loterías.



En 1962 se celebra una Exposición Internacional de Lotería, conmemorativa del II centenario de la Lotería Española y un año más tarde se inaugura la hasta hace poco, sede de la Lotería Nacional en la calle de Guzmán El Bueno, pero no será en este edificio de la capital madrileña, sino en Cádiz donde se llegue a celebrar el 4 de Marzo de 1969, el sorteo número 5.000.

Es en la década de los 70 cuando nuestra lotería comienza su gran transformación, informatizando los servicios e introduciendo la numeración magnética y nuevas técnicas en el proceso de distribución de billetes. El número de sorteos se incrementa hasta alcanzar los 50 por año, y en 1979 un Real Decreto fija en 3 meses la caducidad para el cobro de los premios que hasta entonces había sido de 6 meses. Esta disposición entra en vigor el 1 de Enero de 1980.



Desde entonces, la lotería nacional ha ido homenajeando al mundo de la Cultura, la Prensa o el Teatro y conmemorando la celebración de importantes actos internacionales, como el mundial de España del 82 o el V Centenario del Descubrimiento de América. También cabe reseñar la celebración el 8 de Octubre de 1988 del Primer Sorteo Europeo en el Teatro Real de Madrid, en el que tomaron parte, junto a España, las loterías estatales de Bélgica, Francia, Luxemburgo, Portugal, Suecia, Suiza y Turquía. 

En la década de los 90 se continúa con la celebración de Sorteos Extraordinarios como el que tuvo lugar en la ciudad de Querétaro (México) dedicado al mundo Iberoamericano o los celebrados en 1991 para presentar a Madrid como Capital Europea de la Cultura.

Es en julio de este mismo año cuando la Lotería Nacional inicia una nueva etapa en lo que a modalidad de sorteos se refiere, ya que apuesta por introducir un sorteo que se había de celebrar quincenalmente, tras finalizar la extracción de premios de la Lotería Nacional y que paso a denominarse como “Sorteo del Zodiaco”, cuya peculiaridad destaca por sustituir las cifras tradicionales de las series por los doce signos zodiacales. Otra de sus características radicaba en que los décimos eran más económicos y así se permitía la participación de aquellos con menor poder adquisitivo. En julio del 93, este sorteo modifico su estructura de premios pero mantuvo su precio y pasó a recibir el nombre de “Zodiaco Millonario”, el cual a su vez fue sustituido, el 3 de Febrero de 1994, por otra nueva modalidad de juego cuya celebración tendría lugar todos los jueves del año, por lo que acabó recibiendo el nombre de "Sorteo del Jueves".

Pero si hubiese que incidir en un año de esta década, sin duda habría que referirse a 1992. Un año repleto de acontecimientos en los que nuestra Lotería no quiso pasar inadvertida, celebrando el 9 de Mayo en el recinto de la Expo-92 de Sevilla el I Sorteo Extraordinario Universal en el que participaron países de cuatro continentes.

Con el cambio de milenio el sistema de los sorteos sigue en su línea y la ilustración de sus décimos continua ofreciendo temas monográficos concretos año tras año, sin menoscabo de introducir y divulgar aquellos eventos, conmemoraciones, aniversarios o efemérides que por su interés general merezca la pena reseñar, como los dedicados a la Asociación Española contra el cáncer, Sorteos Europeos, la Cruz Roja Española, Olimpiadas, Campeonatos o tantos otros que sería demasiado largo para enumerarlos a todos.

Para concluir, se puede afirmar tal y como predijo Laureano Figuerola, Ministro de Hacienda en 1870, que la lotería ha perdurado en el tiempo hasta llegar a nuestros días; con el resultado de conseguir reavivar la ilusión y esperanza en algunos, ser una importante fuente de ingresos para el sostenimiento del Estado, incrementar el bienestar en los que han tenido la fortuna de verse agraciados con sus premios y satisfacer a todos los que se dedican a coleccionar sus décimos.








lunes, 29 de septiembre de 2014

29 Septiembre de 1757 se consagra el templo del Real Monasterio de la Visitación (Salesas Reales)


Cuando Bárbara de Braganza llegó a ser Reina de España en 1746 decidió 
construirse un monasterio-refugio para quedar protegida de la Reina Madre, 
Isabel de Farnesio, en el caso de fallecer Fernando VI. Aquel fue concebido 
como un pequeño Mafra. Esta afirmación de Ramón Guerra de la Vega es 
compatible con un segundo propósito fundacional cual fue “traer a España a 
las monjas salesas, graves educadoras de la juventud, según el espíritu 
dulcísimo del más amable de los escritores santos, San Francisco de Sales, 
obispo de Annecy en Saboya”.

Realizadas las obras con extrema rapidez en 
1758 se instalaron en él 33 monjas y las correspondientes educandas. 
Una novicia y dos profesas, bajo la dirección de la madre Anne-Sophie de 
la Rochebardoul que sería abadesa, habían llegado a Madrid el 14 de octubre 
de 1747. La pretendienta era Margarita de Grouz y las otras dos religiosas la 
madre Ana Victoria de Oncieux y sor Mª Próspera Truchet. El conjunto que 
habitarían comprendía “un inmenso espacio de de 750.523 pies cuadrados de 
superficie y todavía se agregaron a él otras posesiones contiguas”.

Velasco Zazo estimaba que se habían gastado en su construcción 83 millones de reales.
La escritura fundacional fue aprobada por el Rey Fernando VI el 6 de 
diciembre de 1747 en el Buen Retiro. La Reina otorgó una escritura de donación 
inicial de 54.632 reales y 18 maravedises de renta anual en diferentes partidas de 
juros y dotación el 1 de junio de 1749, así como otros donativos en joyas y obras 
de arte. Expresamente Bárbara de Braganza encargó al togado del Consejo de 
Hacienda, Pedro de Mendoza, que a cargo de los impuestos de lanzas y medias 
annatas y algunas cuentas se comprase el solar y se hiciese la fábrica del edificio.




El convento fue diseñado por el francés François Carlier, aunque debido a un viaje de éste a Parma, fue Francisco Moradillo quién lo llevó a cabo, modificando incluso el proyecto original al incluir dos torres-campanario. Las obras, comenzadas en 1750, apenas duraron 7 años, inaugurándose en 1758 con solemnes ceremonias templo y convento en presencia de la reina fundadora, fallecida poco más tarde.
La muerte de la reina no supuso un cambio para el convento, que siguió contando con grandes patrocinadores que la embellecieron. Cuando en 1870 las religiosas fueron exclaustradas, el convento se destinó a Palacio de Justicia, aunque la iglesia siguió abierta al culto. En septiembre de 1891, ésta se constituyó como parroquia bajo la advocación de Santa Bárbara, en tanto las monjas con algunas piezas artísticas del viejo monasterio se establecieron en un nuevo convento en la calle de Santa Engracia, obra del marqués de Cubas.
En el siglo XX, el ya Palacio de Justicia sufrió dos grandes incendios que afectaron a las antiguas dependencias conventuales, gravemente dañado en el incendio de 1915 en el que resultaron también destruidas numerosas obras de arte depositadas por el Museo del Prado, aunque la iglesia no resultó afectada. La restauración la realizó Joaquín Rojí.
La escalinata que accede a la portada del templo fue realizada en 1930 por Miguel Durán al abrir la nueva calle Bárbara de Braganza.
En 1939, tras el final de la Guerra civil, tuvo lugar una Ceremonia religiosa especial celebrada por las autoridades de la recién instaurada Dictadura franquista, con la asistencia del mismísimo Francisco Franco y otros dignatarios. La ceremonia se celebró solo un día después del llamado "Desfile de la Victoria" y constituyó uno de los eventos que organizó el régimen para celebrar su victoria en la Guerra civil.

Plano de Chalmandrier (1761)


Para la ejecución de la obra se solicitaron planos a Juan Bautista Sachetti, arquitecto del Palacio Real, aunque finalmente se prefirieron los del francés Carlier, muy modificados por el aparejador Francisco Moradillo, quien se hizo cargo de la dirección de la obra, a quien se debe todo el segundo cuerpo, con las torres y la cúpula con su tambor. En estilo rococó, combinando las aspiraciones clásicas y la magnificencia barroca, su interior aparece decorado con bronces, mármoles y piedras multicolores cuyo elevado coste dio origen a comentarios maliciosos.



Construida en ladrillo y mampostería, su fachada principal forma un triple pórtico rematado por frontón entre dos torres cuadrangulares de un solo cuerpo. La fachada aparece ornamentada con relieves del escultor italianoJuan Domingo Olivieri, impulsor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y las estatuas de bulto en nichos de San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca, obra de Alfonso Giraldo Vergaz, algo posteriores a la ejecución del templo. A Olivieri pertenece también el grupo de la Sagrada Familia, originalmente en la portada del convento y trasladada al lienzo de muro que forma ángulo con la fachada de la iglesia en el atrio.
Su planta es de una sola nave con forma de cruz latina y capillas-hornacina a los lados, cubierta con bóvedas de cañón con lunetos en la nave y brazos del crucero y con cúpula sobre pechinas, tambor y linterna sobre el crucero. En su ejecución Moradillo simplificó muchas de las curvas y líneas quebradas con que había sido proyectada, atenuando el efecto rococó.


Mausoleo del rey Fernando VI
En el interior de la iglesia, uno de los más suntuosos del barroco madrileño, se conservan los monumentos funerarios de Fernando VI y Bárbara de Braganza, quienes fueron sepultados allí según sus deseos, siendo los únicos reyes de España (exceptuando a la reina María de las Mercedes de Orleans, cuyo sepulcro se encuentra en la catedral de la Almudena) que se encuentran enterrados en la capital. Los mausoleos fueron diseñados, por encargo de Carlos III,por el arquitecto Francesco Sabatini, y labrados en mármol y pórfido por los escultores Francisco Gutiérrez y Juan León respectivamente. El sepulcro de la reina no es visible desde la nave central, al estar ubicado en la Capilla del Santísimo, aunque comparte pared con el del rey, colocado en el lado de la Epístola. Enfrente de éste, en el lado del Evangelio, se halla desde 1870 el mausoleo de Leopoldo O'Donnell, esculpido en mármol de Carrara por Jerónimo Suñol.


En la nave se levantan dos grandes retablos de mármoles blancos, verdes y rosados, de aire clásico y gusto rococó, cobijando pinturas de la Sagrada Familia con santa Isabel y san Juan, obra del veronés Giambettino Cignaroli en el lado del Evangelio, y de San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca, obra de Corrado Giaquinto en el altar que ocupa el lado de la Epístola.
Otros dos retablos semejantes se encuentran en los brazos del crucero, siendo sus pinturas obras del francés Charles Joseph Flipart el que representa a San Fernando recibiendo las llaves de Sevilla en el lado izquierdo, y de Francesco de Mura el de San Francisco Javier con Santa Bárbara, en el derecho junto al sepulcro de Fernando VI, precedido por una barandilla comulgatorio en bronce dorado también del siglo XVIII.

Interior: cúpula sobre pechinas con pinturas murales de los hermanos Luis, Alejandro y Antonio González Velázquez.
Las bóvedas se cubren con pinturas de los hermanos LuisAlejandro y Antonio González Velázquez. En ellas se representan escenas de la vida de san Francisco de Sales en la nave, y de los santos patronos de los fundadores en los brazos del crucero: San Fernando ante la Virgen y Santa Bárbara ante el Redentor. En las pechinas, los evangelistas, y en la cúpula, algo retocadas tras el incendio de 1908, con un aire más decididamente rococó, escenas de la vida de la Virgen entre guirnaldas y alegorías de las Virtudes.
La escalera de acceso al salón de plenos está coronada por frescos de escenas costumbristas pintadas por Enrique Simonet.


Plaza de la Villa de París

La Plaza de la Villa de París es una plaza situada en el distrito centro de la ciudad de Madrid, entre las calles del General Castaños, García Gutiérrez y Marqués de la Ensenada. A esta plaza da la fachada principal del Tribunal Supremo, y también un lateral de la Audiencia Nacional, que justifican el nombre del barrio (barrio de Justicia). Desde hace algunas décadas, se encuentra un aparcamiento público subterráneo bajo la plaza.



En origen, este espacio estuvo ocupado por la extensa huerta de las monjas del convento de las Salesas, más precisamente la parte dedicada a jardín que, formando parte del edificio monacal, hizo construir para su residencia su fundadora, doña Bárbara de Braganza.
La razón del nombre de esta plaza es la visita del presidente de la República francesa Émile Loubet en 1905.
Dividida la plaza en dos partes, en el centro de la de la derecha se encuentra una estatua en piedra de Colmenar del rey Fernando VI desde 1882, año en que fue trasladada desde uno de los patios de las Salesas. Obra de Juan Domingo Olivieri y ejecutada entre 1750 y 1752, estuvo primeramente destinada a la fuente de la plaza principal de Aranjuez. En el jardín de la izquierda se encuentra una estatua, análoga en proporciones y materia, que representa a Bárbara de Braganza, obra de Mariano Benlliure.

Fernando VI. Olivieri

Bárbara de Braganza. Benlliure


domingo, 28 de septiembre de 2014

28 Septiembre 1816 en el santuario de Atocha se casa en segundas nupcias el rey Fernando VII con doña María Isabel de Braganza

Un día después, con motivo de la boda del rey, se representa por primera vez en Madrid una ópera de Rossini en el Teatro del Príncipe. Se trata de "La Italiana en Argel", estrenada poco después del gran éxito de "El barbero de Sevilla.

María Isabel de Braganza, reina de España, como fundadora del Museo del Prado. Bernardo López Piquer
Isabel fue la segunda esposa de Fernando VII. El rey, viudo, planificó su nuevo matrimonio al volver a España tras la guerra de la Independencia. La preocupación por la situación de las colonias americanas, donde habían prendido las ideas liberales e independentistas frente al absolutismo, debieron inducirle a pensar en una princesa portuguesa, dada la presencia del rey portugués Juan VI en Brasil desde la ocupación napoleónica de Portugal. El acuerdo entre las casas reales supuso el matrimonio de Isabel y María Francisca de Braganza con el rey Fernando VII y su hermano Carlos María Isidro respectivamente. Su llegada a España tuvo lugar en 1816.
En esta pintura Isabel de Braganza mira directamente a los espectadores, mientras señala con la mano derecha el edificio del Museo del Prado a través de la ventana y apoya la izquierda sobre una mesa donde están los planos del museo; así nos cuenta la historia de un proyecto y un deseo personal. Aunque la iniciativa de constituir un museo con las colecciones reales ya se había planteado en tiempos de José I Bonaparte, la idea fue retomada a partir de 1814 por Fernando VII, barajándose la posibilidad de establecer el museo en el Palacio de Buenavista, en la Plaza de Cibeles. Sin embargo, poco después se decidió que la sede del museo fuera el edificio diseñado por Villanueva en tiempos de Carlos III para Museo de Ciencias Naturales, en el Paseo del Prado. Nacerá así el “Real Museo de Pintura”, germen del actual Museo del Prado.
Al parecer la reina Isabel de Braganza tuvo una destacada participación en la génesis del Museo, entrando de ese modo en la nómina de mujeres protectoras de las artes que estamos comentando a lo largo de este recorrido.
Isabel murió de parto en Aranjuez en 1818, rodeada de todas las reliquias que tradicionalmente acompañaban a las reinas en los momentos del parto. El miedo que producían los partos y las supersticiones asociadas a ellos unían a las mujeres de todas las clases sociales y condiciones.
El Real Museo de Pintura fue inaugurado el 19 de noviembre de 1819, un mes después de la boda de Fernando VII con su tercera esposa, María Josefa Amalia de Sajonia.

Nuestra Señora de Atocha

Se dice que la primitiva ermita de Atocha estuvo en la vega madrileña, cerca del río Manzanares, en el lugar denominado Santiago el Verde; siendo trasladada más tarde al lugar que ocupa actualmente por el caballero Gracián Ramírez. Consta la situación señalada de la ermita por una carta que se conserva, al parecer, en la Catedral de Toledo y en la cual San Ildefonso, gran devoto de Atocha indicaba a un canónigo de Zaragoza que cuando pasase por Madrid «se acordara de que en su Vega, había una devota imagen de Nuestra Señora, con un Niño en el brazo izquierdo y una manzana en la mano derecha, llamada la Virgen de Atocha» y de la cual el santo dice recibió muchos consuelos. Todo esto nos manifiesta cómo ya en el siglo VII era famosa la devoción a la Virgen de Atocha.


La ermita
Poco más sabemos con certeza de la Virgen de Atocha en aquellos tiempos hasta llegar al siglo XI en el cual las crónicas hablan ya de la iglesia de Atocha. Se reducía el templo de la patrona de Madrid en aquel tiempo, a una capillita de 15 pies de larga y 12 de ancha porque, como dice el padre Cepeda, «no permitían más grandiosidades los moros que vivían en su cercanía». Durante la permanencia de los árabes en Madrid, fue estipulado en las condiciones de la capitulación, que servían respetados el culto a la Virgen de Atocha y a la parroquia de Santa Cruz.

Real Basílica de Nuestra Señora de Atocha

El santuario
Cuando mediado el siglo XI entró Alfonso VI en Madrid, la importancia de Atocha comenzó a aumentar y sus fincas y riquezas crecieron tanto que pudo sustentar con ellas a varios capellanes que atendían al servicio y culto de la Virgen.




El convento
Más adelante, en el siglo XVI, la ermita se convirtió en una gran iglesia y las casitas de los Canónigos Regulares en un convento de religiosos de Santo Domingo; por obra del P. Fr. Juan Hurtado de Mendoza, O.P., confesor del Emperador, al cual pidió y también al Papa Adriano VI - la iglesia de Nuestra Señora de Atocha, para los dominicos. Ambos consintieron gozosos y, cumplidos los trámites reglamentarios, el día 2 de junio de 1523, se hizo la entrega solemne de las llaves de la iglesia a los citados religiosos. Y así, bajo el amoroso cuidado de los frailes dominicos ha permanecido desde entonces (salvo en un pequeño período del siglo pasado) la Virgen de Atocha.

Imagen de Nuestra Señora de Atocha, en el altar mayor de la Basílica

La francesada
Todos los reyes de la Casa de Austria se esforzaron en mejorar y ampliar las instalaciones de la iglesia y convento. Durante el reinado de la Casa de Borbón continuaron las ofrendas, y donativos para enriquecer las instalaciones hasta llegar a la que podríamos llamar -la noche triste del santuario- ya que en la noche del 5 de diciembre de 1808, las tropas francesas se apoderaron del convento, lo convirtieron en cuartel, expulsaron a los religiosos y cometieron profanaciones y robos con destrucción de la biblioteca, etc. De nuevo los religiosos, que habían estado refugiados en el convento de Santo Tomás de la calle de Atocha, volvieron al santuario donde estuvieron hasta la exclaustración en 1834, fecha en que la iglesia de Atocha quedó convertida en un páramo de desolación y ruinas y el convento se convirtió en cuartel de inválidos. La reina Isabel II se preocupó de restablecer el culto de Atocha nombrando una especie de cabildo compuesto por un rector y tres sacerdotes, hasta que el peligro de hundimiento movió a la reina Mª Cristina a ordenar que se procediese a su derribo. La Virgen, que recibía culto en una pequeña capilla provisional, fue trasladada a la iglesia parroquial del Buen Suceso que, como Atocha pertenecía al Patrimonio Real.

Restauración
El año 1924 los dominicos, que no podían olvidar a la Virgen de Atocha que con tanta devoción y cariño habían custodiado durante cuatro siglos, solicitaron al rey Alfonso XII concediese facilidades para restaurar el convento e iglesia de la Virgen de Atocha. Se realizaron las obras con la mayor rapidez y el primer sábado de noviembre de 1926 se hizo el solemne traslado de la Virgen, desde la parroquia del Buen Suceso hasta su nueva iglesia, donde fue recibida por su majestad el Rey y su madre la reina María Cristina, reanudándose una nueva era en el culto a la Virgen de Atocha. Quedó interrumpido de nuevo el culto en los azarosos años de nuestra guerra civil, al ser asaltados e incendiados el convento y la iglesia -

el 20 de julio de 1936- y los religiosos que no pudieron escapar aquel día trágico fueron martirizados. Se perdió todo cuanto de valor se guardaba en el recinto pero Dios quiso que se pudiera salvar únicamente el mayor tesoro de la casa, la imagen de la Virgen de Atocha que había sido retirada días antes de su trono y había sido entregada para su custodia a una familia amiga de la Comunidad. En 1939, aprovechamos las sólidas paredes maestras que habían quedado en pie después del incendio, entre ruinas, se habilitó el salón del sótano para capilla y en aquella especie de catacumba la Virgen, volvió a ocupar su sencillo y humilde trono.



Interior de la Basílica de Atocha en 1880La basílica
El santuario de Atocha fue elevado a la dignidad de Basílica el 12 de noviembre de 1863 a petición de la reina Isabel II, gracia que le fue otorgada por S.S. Pío IX. La actual edificación inaugurada en 1951 (en la Navidad) forma un rectángulo de 52 metros de frente por 34 de fondo, con una altura en la nave central de 13,25 metros en la que destacan las vidrieras de un estilo de interpretación moderna del románico y que representan los misterios del Rosario en diseño del fallecido pintor Carlos Pascual de Lara. Posteriormente fueron terminados el altar mayor y el camarín de la Virgen que hoy podemos afirmar es una de las patronas de Madrid que tiene un hermoso templo moderno y los religiosos cuentan con los medios precisos para el ejercicio de su apostolado.
La parroquia
La Real Basílica de Atocha estuvo por espacio de 10 años, desde 1878 al 1888, como sede de la Parroquia de Nuestra Señora de las Angustias. Como dato de interés podernos consignar que, en 1883 fue bautizado en ella el gran filósofo madrileño D. José Ortega y Gasset. Esta Basílica fue erigida Parroquia de Nuestra Señora de Atocha canónicamente, en el año 1965, por Monseñor D. Casimiro Morcillo.
Colegio Virgen de AtochaEl colegio
Patrimonio Nacional ha construido anejo, un moderno edificio para colegio que viene a cubrir una necesidad de puestos escolares en la barriada. Inaugurado en 1963, cuenta con una matrícula cercana a los 2.000 alumnos.







La Italiana en Argel de Rossini

Ópera en dos actos con música de Gioachino Rossini y libreto en italiano de Angelo Anelli, basado en un texto anterior musicado por Luigi Mosca. La música es característica del estilo de Rossini, notable por su fusión de energía sostenida con melodías elegantes y prístinas.
Narra la historia de Isabella, una italiana que se fue a Argelia para conseguir la libertad de su amado, Lindoro, esclavo de un hombre muy poderoso del país, Mustafá. La heroína intentó también ayudar en la relación matrimonial entre Mustafá y su mujer, Elvira.